Ronald Orellana.
En los últimos siete meses se han registrado dos accidentes que involucran a buses del transporte colectivo, -ambos en el departamento de Santa Ana- los que han dejado un saldo trágico en personas fallecidas. El primero de estos “accidentes” se dio el pasado 17 de octubre del 2007, donde, como recordarán, estuvo involucrado un autobús particular que iba a excesiva velocidad sobre el Km. 47 de la carretera que de Santa Ana conduce a San Salvador. Dejando un saldo de 8 muertos y 83 heridos; El segundo ocurrido el pasado miércoles, donde hasta el momento de escribir esta nota ya sumaban 14 los fallecidos, y en el cual se viera involucrado un bus de la ruta 235.
Al analizar estos sucesos, nos parece que se ha vuelto parte del sobrevivir día a día, el ponernos en manos de estos asesinos del transporte colectivo: donde a la excesiva velocidad; conductores temerarios y equipos en mal estado se suma la otra arma: pues todo esto surge en el marco de la negociación (amenaza) del alza del precio del pasaje.
Los usuarios,- los que por desgracia nos vemos obligados a usar este servicio- ya estamos artos de la mala calidad que se nos brinda, prácticamente se da una relación de sicariato donde nosotros mismos pagamos la tarifa para que nos asesinen.
Y ahora los empresarios de las gremiales de autobuses quieren aumentar la tarifa: antes deberían de establecer un mejor servicio, con la implementación de mejores leyes de contratación para sus empleados y mejoramiento en las unidades.
Y no sólo me refiero a los transportistas, porque aquí no sólo hay un culpable: tanto los empresarios de buses; el vice-ministerio de transporte; el órgano ejecutivo y el legislativo, se encuentran en esta cadena de asesinos a sueldo, porque no han buscado ningún medio paliativo para la situación.
Ya conocemos la cultura de irrespeto en la manera de conducir de los salvadoreños, pero aún así se establece un límite de velocidad de 90 kmh, aunque de por si ya es alto, tiende a ser violado por los conductores con facilidad, llegando hasta 140 Kmh. A todo esto el vice-ministerio de trasporte debería reducir el límite de velocidad en las carreteras primarias, por lo menos a 70 kmh del ya establecido: vivimos en un país pequeño donde no es necesario correr mucho para llegar a nuestros destinos.
Ya es hora que se haga algo. Los retratos de los fallecidos sobre sus ataúdes nos piden que busquemos una solución a este problema.
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* Estudiante de la carrera de Licenciatura en Letras. Blog personal:
Imagen: George Grosz: Pandemönium.
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