martes, 7 de abril de 2009

ONíRIco

El amor es el monstruo que desmenuza las almas,
Es un demonio disfrazado,
Una bebida que se endulza con los labios.


Yo que he jurado no volver al pasado.
Me encuentro caminando sobre el cangrejo
En esos días hermosos que por todos sólo son seis.
Frente al meteorito 041207
De Saint dice que lo maravilloso del desierto ERES TÚ
Sólo he sentido el pavor al pie de tu mirada.
Al calor de ese ideal contagioso de querer decir que la sangre mía recorre las venas terrestres.
Mis pupilas están emparedadas de tu fotografía que se rasgan con la lluvia de cristales de sal.
La plata se ha tragado mi rostro y eres tú, mirándome fijo, sacando de tu aljaba un aliento viviente.
¡De quién me he enamorado!
¿Del amor o de tí?
¿A quién le cuento de mi dicha de amarte y de la desdicha de esta lejanía? ¿Sufrir es amar?,
¿qué me dices tú?,
¿sufres?
Anoche visité un lugar extraño sólo recuerdo que era una Basílica situada en el bajo mundo, donde las huestes malignas se disfrazaban de hombres y la fiereza de su odio los volvía prisioneros de venganzas sin razones.
Lo miré desde arriba, desde una especie de altillo de madera podrida.
Todo estaba envejecido allí.
Unas llamas alumbraban una vieja vestida de andrajos y todo el lugar era envuelto por un ambiente gótico.
Estaba hundido un pensamiento de crisis.
Repentinamente apareció un acompañante sin cuerpo, me guió por un sendero de astillados y llegamos a un cafetal moribundo, con hojas amarillas y árboles llenos de hormigas.
Bajo nuestros pies había restos de aserradero.
Al caminar tronaban los astillones asesinados por un sol que en ese momento estaba vestido de nubes extrañas.
Fijé la mirada en una camisa andrajosa, era de una lona resistente tal vez en algún tiempo, porque para ese momento estaba podrida, rota y con un color de sangre de tiempos.
Cuando me acerqué, pude reconocer un enorme hueso que estaba cubierto por ella.
Por un momento pensé en hacerme un collar, pero para mi sorpresa, había una gran cantidad de esqueletos en diferentes posiciones, sus huesos estaban resecos, casi llegando a la podredumbre.
Eran demasiados como para ser una casualidad.
Yo estaba allí porque te andaba buscando.
Seguí caminando y me encontré con una rama reverdecida.
Estaba tan hermosa que me propuse contemplarla por unos minutos, luego tomé sus suaves hojas y cuando la levanté encontré otros cuerpos, pero esos estaban recién tirados ya que tenían sus carnes todavía.
Salí corriendo en busca de ti.
El mundo estaba desolado y el sendero que iba recorriendo tenía una tupidez de alambres de púas que me ocasionaba una gran desesperación.
Llegué a un parque solitario, las hojas eran empujadas en una cuneta por un viento tibio, el kiosco envejecido con musgos muertos que le brindaban el verdadero abandono, en la punta rechinaba una campana completamente oxidada.
Como se imaginarán era una pesadumbre soportar el hermetismo de ese espacio inerte.
Pero la suerte me premió al escuchar unas voces que provenía de la vieja iglesia.
Me dispuse entrar, pero no pude por la parte delantera, ya que las gradas estaban abultadas y rajadas, parecía que las habían destruido con bolas de acero.
Entonces tomé un atajo para llegar por la puerta trasera y estaba una monja de aspecto raro.
Su rostro tenía miles de arrugas, pero sus manos parecían tan tiernas y cuidadas que llegué a pensar que eran de una quinceañera.
Le pregunté por ti y con una voz temblorosa me contestó que venías de camino.
Me sentí un poco tranquilo y me recosté en una grada.
Apenas cerré los ojos y escuché unos pasos.
Me puse en pie y me di cuenta que era un familiar que estaba muy triste y me dijo que mi hermano andaba drogado.
Yo no dije nada y él me volvió a decir que siempre estaba así.
Se fue.
Me dolió tanto porque cuando me dio la espalda lo desconocí pues yo te buscaba a vos y estaba seguro que a ellos siempre los he tenido cuando he querido pero a vos no.
Una niña salió de la iglesia, mas bien parecía una enorme sala de despacho de correo.
Me dijo que ya habías llegado y quise entrar, ya sabes que era por la emoción de querer verte.
La monja me impidió entrar y me dijo que te estabas cambiando.
Por inercia me dispuse ir a casa.
Cuando llegué, pregunté por vos, sentí que era estúpido porque sabía que te estabas cambiado en la iglesia, pero me sorprendí cuando me dijeron que estabas adentro.
Quise razonarlo pero la emoción no me permitió e impulsado por mi deseo entré a buscarte y me dijeron que estabas en un cuarto, cuando me dirigía a la habitación me detuvo la misma monja de la iglesia y me dijo que estabas dormida y que cuando despertaras me verías.
Me dio tanto sentimiento que se me hizo un nudo en la garganta porque yo sólo quería verte y llenarme los ojos de tu imagen.
Salí y sin contenerme lloré y lloré bajo un árbol de almendro que no tenía hojas. Desde ahí contemplé la montaña pedregosa, el jaragua seco y la casa donde yo vivía. Sabía que estabas adentro.
Y es que de alguna manera o de todas formas debes saber que te has metido tanto en mis seres queridos, que ellos te cuidan y te protegen, por una parte con un gran escudo divino de plegarias y deseos de los más maravillosos.
Te aman tanto que te ven como a una hija y la verdad, yo no siento celos pues lo único que he estado deseando es verte.
Aparte de todo eso, me he dado cuenta que hay una gran oposición, es decir una manera de obstáculo para que nos podamos ver.
Una vez, recuerdo tu voz llevando al infierno a ese espíritu que me ha poseído y le pediste perdón porque lo expusiste al peligro.
Quiero saber si en verdad Satanás te besó.
Yo lo veo como una manera de interposición, porque en realidad eso no pudo ser cierto.
Creo que muchas veces somos agobiados por las circunstancias y sin sabores de la vida y te entiendo perfectamente las veces que me has dicho que has sufrido mucho.
Imagina que todo eso estaba pensando cuando estaba recostado en el árbol de almendro.
Estabas cansada, eso lo comprendo a perfección.
Sólo te pido perdón por mi insistencia en querer verte, ya que ahora no estoy bajo el almendro estoy y he estado en muchísimos lugares diferentes pero lo que no deja de ser diferente es el deseo de verte nuevamente.
Lo pienso muchas veces y me doy cuenta que tú no existes si no hay amor, y que el amor no existe si no estás tú.

Alex Vásquez

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